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El lugar de la madre. Bert Hellinger y los órdenes del amor. (meditación de regalo)


Desde la perspectiva sistémica las familias son comprendidas como un ecosistema, donde cada integrante está vinculado a los demás y aquello que afecta a uno repercute de modos a veces insospechados en el resto de sus miembros. Muchas veces estas repercusiones son invisibles e incluso transgeneracionales lo que nos impide comprender a primera vista qué es lo que puede estar causando dificultades dentro del propio sistema familiar. A veces, cuando hay sufrimiento nos damos cuenta de que las cosas no están del todo bien, pero no sabemos exactamente por qué. Sentimos que todo podría estar mejor, pero ¿cómo lograrlo?

El investigador, terapeuta y científico alemán Bert Helllinger ha realizado un aporte singular desde la mirada sistémica, descubriendo que existen ciertos órdenes inherentes al alma familiar, que se mantienen más allá de toda diferencia cultural, social o histórica. Por este motivo podríamos decir que su descubrimiento tiene una aplicación universal ya que se refiere a aquello que es común a todos los seres humanos y no a lo que nos distingue. El denominó a estos parámetros “los órdenes del Amor”. Estos órdenes son: la jerarquía, la pertenencia, las reglas y el equilibrio entre el dar y el tomar. Cuando todos estos aspectos están en orden, fluye el amor. El sufrimiento es una manera ciega de amar. Si hay sufrimiento no hay orden en el amor. Si hay orden en el amor no puede haber sufrimiento. Puede haber dolor, pueden existir enormes dificultades, puede sentirse una gran tristeza causada por la pérdida. Pero el amor, cuando existe orden, aporta la aceptación necesaria para que estas instancias sean caminos que guían al alma familiar hacia la unidad, donde se incluye todo lo excluido.

De modo muy sintético, puede decirse que la jerarquía representa el lugar que ocupa cada uno dentro del sistema familiar en relación a su ubicación en el tiempo. Quien llegó primero, ocupa el primer lugar en la realidad familiar. Primero llegan el padre y la madre, luego el primer hijo, luego el segundo, etc. Haber llegado primero no significa ser más importante, sino que esa persona tiene un recorrido mayor en la historia de la familia y por ello ocupa un lugar específico, que es único y que no puede ser ocupado por nadie más. Cada miembro de la familia ocupa su lugar.

El reconocimiento es aquello que se refleja en el respeto y la honra por lo que hemos recibido de los otros miembros de la familia, muy especialmente de nuestros padres. Les debemos la vida y en agradecimiento por este regalo, más allá de los acontecimientos que se sucedan luego en nuestra relación con ellos, los honramos con nuestro respeto. La vida es lo más importante que tenemos y haberla recibido es suficiente… Nada puede equipararse a este regalo. El amor se ordena cuando mediante el reconocimiento podemos “tomar a nuestros padres” diciéndoles que “sí”. Solo quien pudo tomar a sus padres cuenta con la fuerza para poder enfrentar la vida sin sentirse amedrentado y brindar a la siguiente generación un legado de plenitud.

La pertenencia implica el sencillo hecho de que todos los miembros de la familia son imprescindibles para que el sistema familiar esté sano. Todos están incluidos. Si hay exclusión, hay sufrimiento. Si hay inclusión, fluye el amor. La pertenencia está íntimamente relacionada con el valor de la verdad. No siempre la exclusión es adrede, sino que muchas veces surge como un escudo protector inconsciente. Las muertes tempranas, las enfermedades, los hábitos culturalmente reprobados y los hechos graves dejan una huella que tiende a ser olvidada y se transforma en un tabú del que “no se habla”. Solo un sistema familiar que puede ver e integrar a sus excluidos es un sistema que puede sanarse a sí mismo y liberar a los hijos del peso de crecer en un ambiente de sospechas y silencios. Cuando una sola persona de la familia logra incluir en su mirada a todos los que fueron excluidos inicia un movimiento sanador que alcanza a todos los miembros del sistema.

Por último, el orden en el dar y el tomar nos habla de la necesidad de que el amor pueda fluir de manera recíproca, donde todos son valiosos como para dar y todos son dignos de recibir.

Por innumerables motivos, cuyo desarrollo excede la intención de este libro, estos factores pueden “desordenarse” generando un impacto en todos los miembros de la familia, como cuando se arroja una piedra al agua y ésta genera ondas expansivas que llegan mucho más allá de lo que podemos percibir a simple vista.

Existen ciertas pautas, sencillas y profundas a la vez, que pueden ayudarnos a aplicar de manera cotidiana los Órdenes del Amor en nuestra familia.

Sugerencias prácticas para aplicar los principios de los cuatro Órdenes del Amor.

  • Sentarse en orden en la mesa familiar. Este ejercicio se relaciona con el orden de la jerarquía. Para Hellinger cada miembro de la familia ocupa un lugar específico y no otro. Por eso, más allá de los estereotipos, el padre se ubica primero, luego la madre a su izquierda, y luego a la izquierda de la madre los hijos en orden de nacimiento. Una manera muy sencilla de practicar el orden de la jerarquía es sentarse de este modo en torno a la mesa familiar, dándole al padre su lugar de hombre en la casa. El representa la ley para su familia. La mujer lo toma como esposo, como hombre, y le da su lugar como padre de sus hijos. Halla así un gran alivio y puede ejercer su fuerza de amor incondicional. Aun si somos madres defensoras del feminismo, demos una oportunidad a vivenciar esta propuesta y dejemos que los resultados hablen por sí mismos. Si nuestra familia es monoparental o ensamblada, de todos modos a nivel simbólico debemos respetar la jerarquía de cada uno de los miembros de nuestro sistema.

  • Armar un árbol genealógico o genograma familiar junto a los niños. Este ejercicio se relaciona con la jerarquía y también con la pertenencia. Constituye una oportunidad única para conversar con nuestros hijos sobre aquellos miembros de la familia menos conocidos y por sobre todo, sobre aquellos que nos precedieron y ya no están con nosotros. Es sumamente significativo para los niños descubrir que hubo hombres y mujeres que vivieron mucho antes que ellos y que hicieron posible que ellos existieran. Este es un ejercicio tan simple como efectivo para conversar con nuestros hijos sobre la muerte y agradecer por la vida a aquellos que nos precedieron.

  • Crear tres reglas claras y practicables para la vida en familia y acompañar a los niños para que puedan comprenderlas y utilizarlas. Aquí la idea central es verbalizar las normas de la familia y que sean claras para todos. La redacción de las reglas puede tener este formato: “En nuestra familia nos escuchamos, por eso hacemos silencio cuando el otro está hablando”, etc.

  • Buscar un momento para agradecer en familia lo que cada uno de sus miembros brinda a los demás y lo que recibe de ellos. Si nos sentimos listos, podemos ir a ver a nuestros padres y decirles “te agradezco por la vida que me dieron”. Esta sencilla frase tiene un poder inmenso de transformación para toda la familia. Si lo deseamos, podemos abrazarlos tomándonos por debajo de sus brazos, dejando que ellos nos abracen por sobre los hombros… una vez más, podemos volver a ser como niños y sentir la protección de ese abrazo. Si esto no fuera posible (porque han fallecido o porque nuestra relación no lo permite) podemos hacer este mismo reconocimiento internamente. La idea central es que tomamos la vida reconociendo que ya nos dieron todo lo que pudieron y ahora es nuestro momento de dar y llegar a equilibrarnos. Si continuamos con los reclamos, la vida se estanca.

  • Incorporar nuevas frases que sinteticen nuestra manera de vivir los órdenes del amor. Aquí la idea central es incorporar en la vida cotidiana diálogos con frases sanadoras que sinteticen los órdenes del amor. La fuerza de la frase tiene un efecto indeleble en los niños y genera cambios muy profundos en su psiquis. Puede ser que algunas frases nos resulten ajenas por falta de costumbre pero podemos hacer la prueba y comprobar su efecto en nuestros niños.

Por ejemplo: Sos uno de nosotros – Te veo, te digo que sí – No hay verdad que no pueda tolerarse, lo único insoportable es la mentira.

La madre es la vida. El alcance de las dimensiones de la madre son increíbles. Meditación guiada por Bert Hellinger

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