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La historia de un amor. Situaciones desafiantes con abuelos en encuentros de juego.


“El ayudarle a un niño a deshacerse de su miedo puede ser algo difícil. Es sorprendente lo difícil que parece el permitirle a un niño reír, llorar o mostrar otros sentimientos por mucho tiempo y ser testigos de sus miedos y pesares. Usted verá que el hacerlo es más fácil si encuentra alguien que le escuche a usted también; para que usted tenga la oportunidad de contar y notar qué es lo que siente cuando trata de ayudarle a su niño a conquistar el miedo.”

Ahhhh, qué decir… vengo de terminar el grupo de juego donde se dio una situación que fue un desafío para todos. Un peque de 18 meses agarró fuerte del brazo a otra de la misma edad y el abuelo de la peque “agarrada” quería intervenir, con dolor y angusita, para retirarla de la situación y “salvarla”.

Yo estaba al lado de los nenes, estaban conociéndose, se habían tocado con los pies, se habían mirado y yo les había dicho a cada uno cómo se llama el otro.

Y ahí pasó que uno de ellos en su deseo de conocer al otro la agarró fuerte del brazo.

Y ahí pasó que el abuelo no pudo contener su enorme impulso de salvarla.

En los segundos que le llevó cruzar los 5 metros de distancia entre donde él estaba sentado y donde se estaba desarrollando la escena, yo llegué a decirle a la nena: “Pedro te agarró fuerte del brazo, te dolió, tenés ganas de llorar”.

Ella me miró aun con la carita al borde del llanto, giró y miró al amigo y estaba reorganizándose internamente para procesar la experiencia, completar la angustia y seguir con la vida, jugando.

Pero ahí llegó el abuelo con su propio proceso.

Y tuve que decirle que por favor se sentara, que por favor no interviniera, cosa que no estaba dispuesto a hacer.

Tuve que decirle que de este modo no puede asistir a La Casa Naranja y a él y a mí nos latía el corazón rápido.

Sé que el mío latía rápido.

Estoy segura que el de él también.

Justo era el momento de cierre, así que propuse que guardáramos las cosas y fuéramos a despedirnos. Hablé unos segundos con la mamá del “agarrador” para darle una pauta (brevemente, que pudiera comentarle más tarde al nene lo que había pasado entre los adultos, sin sobrecargar emociones, pero poniendo en palabras para liberarlo de una tensión que no le corresponde cargar).

Entonces, en el hall de entrada que es chiquito el abuelo y yo quedamos de frente, a un metro de distancia. Y quise validar su sentimiento, pasara lo que pasara, tuve el coraje.

– Te entiendo que te hayas sentido mal, lo lamento. Y quiero que sigas viniendo. Pero necesito que no intervengas así.

Se lo dije con todo el corazón, serena pero auténtica. El corazón todavía latía más intensamente que lo habitual.

El me miró con sus hermosos y luminosos ojos.

– Sí, yo voy a seguir viniendo.

Entonces pasó.

Pasó que quise darle un abrazo y mientras le pedía permiso ya estaba rodeándolo con mis brazos. Y resultó ser que mi cabeza llegó a su corazón. Y recién entonces noté lo grande que es y lo lindo que es abrazarlo.

Y se lo dije.

Y una lluvia de alivio pintó todos los rostros.

Gracias Roberto por lo que compartimos hoy. Gracias. Gracias.

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