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Cada cual atiende su juego.

DURACION: Este es un artículo que incluye varios videos y requerirá aporximadamente de una hora de tu tiempo. Si querés dejarlo para otro momento, solo te digo que no dejes de ver el último video, la charla TED de Jill Bolte Taylor.

Genes versus Crianza. De qué depende el desarrollo de las habilidades en nuestros hijos

Los temperamentos y los mapas de acción

Según la investigación psicológica conocida como 5000 horas, porque ese es el tiempo que se dedicó a realizarla, se estima que todos contamos con algunos aspectos básicos que están en nuestro patrón psicológico desde el inicio de la vida. Estos aspectos hacen a cada ser humano distinto de los demás y están presentes en cada uno de nosotros incluso antes de que alguien o algo puedan condicionarnos a ser de ese modo. Los científicos lo llaman genética. Según 5000 horas hay cuatro aspectos o cualidades que son innatas en los seres humanos:

  1. el nivel de actividad.

  2. la osadía (la capacidad de asumir riesgos).

  3. la sociabilidad (búsqueda de aprobación o premio; timidez; etc.)

  4. la persistencia.

La investigación sostiene que todos los niños tienen en mayor o menor medida estas habilidades y características que al parecer son parte de los componentes predeterminados genéticamente en los seres humanos. Otros aspectos son universales y se manifiestan en la mayoría de los niños a medida que se desarrollan.

Ahora bien. ¿Qué es lo que hace que ciertos niños sean más perseverantes que otros? ¿Qué lleva a que algunos bebés sean más arriesgados y otros más precavidos? ¿Por qué ciertos niños son desenvueltos y otros tímidos? ¿Qué lleva a algunos niños a aprender rápidamente mientras que otros repiten los mismos errores una y otra vez?

Durante años se ha estudiado y debatido acerca de cuáles son los principales condicionantes del temperamento humano: ¿son los genes quienes nos condicionan por completo o es el medio ambiente en el que crecemos el que “moldea” nuestras fibras internas? Esta no es una pregunta menor, ya que se pone en juego el lugar que puede ocupar la educación. Si nuestros genes nos moldean por completo, al momento de la gestación ya se han echado las cartas y nuestro destino estará condicionado por completo por su influencia. Por el contrario, si es el medio ambiente en el que se da la crianza el principal condicionante de nuestro desarrollo, entonces es mucho lo que puede hacerse desde la educación para favorecer el desarrollo de los bebés y niños.

El reconocido psiquiatra infantil inglés Sir. Michael Rutter propone que si bien los genes condicionan la presencia o ausencia de ciertas habilidades en las persona, en verdad el uso que cada uno le dará a estas habilidades depende del medio ambiente en el que crezcan y se desarrollen.

Por ejemplo, un niño puede nacer con una fuerte predisposición genética a perseverar. Ahora bien, si crece en un medio ambiente donde la contención y el vínculo amoroso son practicados a diario, es muy probable que este niño pueda aplicar su gran perseverancia para sobreponerse a todas las dificultades y alcanzar sus metas en la vida. Por el contrario, si crece en un medio de alto riesgo, donde el maltrato y la ausencia son el pan de cada día, puede que su alto grado de perseverancia lo lleve a repetir insistentemente acciones antisociales, que perjudiquen a otros y a su propia persona.

De modo muy sucinto podemos decir que las características condicionadas por nuestros genes son neutras. Ser perseverante no es algo bueno o malo en sí mismo… Depende en qué decidamos perseverar. Y esta elección estará definida en gran medida por la educación que recibamos de nuestra familia. El comportamiento tiene tanto un carácter genético como un factor aprendido. Las habilidades tienen también componentes genéticos pero la forma que toman son el resultado de las influencias del medio ambiente en el que crecemos, incluyendo las experiencias uterinas. Es interesante destacar que los estudios realzan la importancia del medio ambiente durante el desarrollo fetal del bebé para influenciar en ciertas habilidades y características de la personalidad.

Es decir que ya desde el vientre materno nuestro bebé está siendo influenciado por las experiencias que lo rodean y muy especialmente de aquello que le sucede a su mamá.

Neurociencia y educación

Los bebés tienen cerebros mucho más similares al de un adulto de lo que hubiéramos imaginado tan solo 15 años atrás. A la vez, son pura potencialidad con grandes áreas abiertas al cambio y el aprendizaje. Las experiencias y el entrono en el que bebé crezca harán que ciertas neuronas se especialicen al vincularse con otras neuronas en el proceso conocido como síntesis neuronal, que es causado por las experiencias de vida. De esta manera, a medida que se suceden las experiencias, se va tendiendo una especie de “cableado” neuronal que literalmente “enciende” el cerebro.

Como indica Amanda Céspedes: “La maduración funcional está determinada por información genética y provee las funciones que darán origen a habilidades básicas, mientras que la experiencia va enriqueciendo dichas habilidades, transformándolas en destrezas al servicio de la creatividad y del crecimiento cognitivo y social.”

El concepto de plasticidad cerebral alude a la gran versatilidad de la estructura y funcionalidad cerebrales. Significa que el cerebro se organiza y reorganiza durante todo su desarrollo. Y las más recientes investigaciones demuestran que el cerebro se desarrolla durante toda la vida. Esto implica que siempre es posible educar y a su vez que no hay efectos definitivos. También implica que es posible tratar enfermedades neurodegenerativas como el Altzaimer y el Parkinson. Sin embargo, a medida que pasan los años, cada vez resulta más difícil revertir sus tendencias. Por ello, mientras antes se ofrezca a los niños un medio ambiente propicio para su pleno desarrollo, más efectivos y duraderos serán sus beneficios.

Si bien es cierto que nuestro cerebro puede reorganizarse durante toda la vida, hoy en día es bien sabido que los primeros años son cruciales. A medida que avanza el crecimiento se vuelve cada vez más difícil revertir ciertos procesos. Cada vez que una experiencia se repite se afianza más y más ese cableado interno, como si se tratara de un surco marcado por el paso repetitivo de un arado. En futuras situaciones tendremos la tendencia a utilizar ese mismo cableado para resolver los nuevos desafíos, al igual que si se vuelca agua en la tierra, esta tenderá a correr por los surcos pre existentes. Si el surco está muy marcado, mayor será la tendencia a recorrerlo. Es por ello que es tan fácil cambiar cuando se es pequeño y tan difícil cuando nos volvemos mayores.

Por estos motivos, tanto desde la educación como desde la pediatría, se está poniendo especial atención al contexto en el que crecen los niños durante su primera infancia, muy especialmente en relación a aspectos esenciales como la alimentación adecuada, la atención cuidadosa de sus necesidades reales, el vínculo amoroso con su familia y el cuidado del ambiente físico y emocional donde el bebé está creciendo.

Mencioné anteriormente los elementos innatos que el psiquiatra Michael Rutter describe en los seres humanos: la persistencia, el nivel de actividad, la sociabilidad y la osadía. Estos cuatro aspectos están presentes desde el nacimiento formando una estructura básica de acción, pero así como hemos venido explicando, a medida que crecemos, se desarrolla en nuestro cerebro una suerte de mapa que nos guía en nuestras acciones. ¿Cómo hacer buenos mapas? Es decir, ¿cómo formar buenas cualidades en los niños?

Los estudios demuestran que ciertas experiencias durante los primeros años de vida pueden determinar la tendencia de la personalidad de nuestros hijos. Estas tendencias han sido agrupadas en tres categorías generales: niños inteligentes, niños prosociales y niños agresivos. Hay aproximadamente un 50% de las cualidades de todo ser humano que son genéticas y un 50% que son aprendidas de los padres (mapas de acción). ¿Qué cualidades tienen los padres para favorecer buenos niños?

Cualidades de los padres de niños inteligentes

  • tienen buena comprensión y dan respuestas adecuadas a las comunicaciones verbales y no verbales de sus hijos.

  • ofrecen una alimentación apropiada.

  • generan un amplio intercambio de juegos y conversaciones entre padres y niños.

  • brindan a los niños gran variedad de experiencias, actividades y oportunidades para que el niño explore el mundo y desarrolle nuevas habilidades.

  • Tienen familias donde se valora su curiosidad.

  • Están en contacto con diversas formas de expresión y conocimiento, como la música, las artes plásticas y la ciencia.

  • Leen frecuentemente a sus hijos.

  • Dan enseñanza directa de habilidades.

Estas cualidades están directamente relacionadas con el desarrollo cognitivo del niño y están basadas principalmente en las oportunidades que se le ofrecen al niño.

Cualidades de los padres de niños con un comportamiento prosocial:

  • Ofrecen una figura de autoridad que es contenedora, porque son coherentes y marcan límites sin ser violentos. Se respeta la autoridad paterna y materna, porque lo que dicen los padres se cumple.

  • Ayudan a los hijos a identificar las emociones que los impulsan a realizar ciertos actos y a medir sus consecuencias. Los padres les enseñan a discernir entre lo que es correcto y lo incorrecto.

  • Crían a sus hijos en un ambiente donde la palabra y el respeto mutuo son los medios para lograr acuerdos.

  • Los niños son respetados en sus necesidades de juego libre.

  • Aman y aceptan a sus hijos por lo que son y no por lo que hacen. Se los educa para que sean amorosos.

  • No sobre-exigen a los hijos para que logren objetivos que están más allá de sus posibilidades de desarrollo actuales.

  • Les enseñan a pensar antes de actuar. Un gran educador inglés marca la diferencia entre cultura e impulso. Mientras más impulsivamente reaccione una persona, menos educada será. Es decir, mientras menos piense antes de actuar. Por otro lado, mientras más piense antes de actuar, más educada será.

  • Los padres y madres se esmeran por ser un buen ejemplo.

Estas cualidades están relacionadas a una paternidad con autoridad, lo que no significa una paternidad autoritaria. La diferencia es que una paternidad con autoridad implica respeto y reconocimiento mutuo, mientras que el autoritarismo se impone a través del miedo y la violencia.

Por último, las cualidades de los padres con hijos agresivos incluyen los siguientes aspectos:

  • No ponen reglas en el hogar.

  • Hacen un monitoreo inadecuado de los niños (desinterés por lo que los niños hacen o dejan de hacer).

  • Fallan en disciplinar a los niños (no corrigen a los niños cuando cometen errores).

  • Tienen poca habilidad para resolver problemas (por ejemplo, pegarle a un niño para enseñarle que no debe pegar).

  • Causan dolor y daño a los niños, tanto física como mentalmente.

Respecto a este punto, se deduce que los niños agresivos tienen padres que no mantienen la disciplina y el amor en equilibrio. Para que los límites y el amor estén bien planteados en el hogar, los padres deben escuchar lo que el niño necesita decir, para darle validez a sus experiencias, pero luego, son los padres los que deciden, no el niño. Escuchar no significa tener que obedecer a lo que el niño dice. En el caso de niños agresivos, se observó que los padres no eran consistentes con lo que decían. El arte de la comunicación es decir todo lo que realmente vamos a hacer y hacer todo lo que decimos.

Existen ciertas áreas en el cerebro humano que lo capacitan para el lenguaje. A aquellos a quienes no se les enseña un lenguaje de pequeños, es muy difícil reeducarlos de adultos. Él sostiene que es criminal privar a los seres humanos de desarrollar una capacidad que es netamente humana como el lenguaje. Del mismo modo, Sir John Eccles sostiene que existe en el hombre la capacidad de desarrollar valores. Los seres humanos tienen la habilidad de discriminar lo bueno y lo malo, de compartir el alimento, de cuidarse mutuamente, de amar de forma no egoísta, etc. Por lo tanto, desde su perspectiva estamos privando a los niños de un futuro pleno si no les enseñamos los valores que son inherentes a su humanidad. Sostiene que esto no responde a una moral determinada ni es una religión. Es simplemente una cualidad humana.

Cinco cosas que la neurociencia nos muestra que podemos hacer para favorecer el desarrollo del cerebro de nuestros hijos en los primeros años de vida:

Conversar con respeto: los seres humanos somos seres comunicacionales desde el día cero. Además de hablarles, es importantísimo aprender a escuchar, registrar y responder a su intencionalidad comunicacional desde el primer día, repetir sus gorjeos con lenguaje convencional y también con imitación, contestar con palabras a sus llantos, validar sus emociones, hacerles preguntas e intentar responder (al menos un porcentaje) de las que ellos nos plantean una vez que comienzan a hablar.

Leerles con respeto: podemos comenzar a leerle a nuestros hijos incluso en el vientre materno. La lectura es una forma de compartir que enriquece enormemente los recursos lingüísticos del bebé pero por sobre todo brinda un espacio de vínculo donde las obligaciones se detienen y tenemos tiempo de estar y disfrutar juntos. Los bebés y niños pequeños disfrutan especialmente de los relatos breves y cícliclos y van expandiendo la historia en cada nueva situación e incluyen a la vez los elementos (o personajes) anteriores.

Cantarles con respeto: al igual que la lectura, enriquece el mundo sonoro del bebé, lo conecta con la melodía de la propia lengua y brinda armonía. Los bebés reconocen las canciones que les cantan a menudo y favorece el sentimiento de tranquilidad que genera lo ya conocido. El sentimiento de unidad generado por el canto es difícilmente igualado.

Acariciarlos con respeto: el contacto físico respetuoso, que registra las verdaderas necesidades del bebé, brinda un sentimiento de seguridad plena es una de las necesidades básicas del bebé. Esto no quiere decir que debamos estar cargándolos todo el día, sino que en los momentos en los que estamos atendiendo sus necesidades básicas o cuando todos estamos de buen humor y descansados podemos aprovechar para estar piel con piel y establecer un diálogo de caricias y pequeños gestos de amor.

Alimentarlos equilibradamente: la alimentación adecuada es uno de los requisitos fundamentales para el desarrollo sano del sistema nervioso central. Es importante saber que existen muchos mitos respecto a la leche materna, el amamantamiento y la introducción de los primeros alimentos. Para evitar caer en sus influencias, lo ideal sería no prestar oídos a las opiniones sociales sobre la alimentación de nuestros hijos por muy bien intencionadas, cercanas o queridas que sean las personas de quienes provengan. Busquemos un pediatra que realmente nos satisfaga y encontremos en sus recomendaciones las pautas certeras para alimentar sanamente a nuestros hijos, recordando que un ambiente hogareño estable y un vínculo afectivo armonioso son también nutrientes esenciales para su desarrollo.

Respetar su movimiento y juego libre: este punto no sostiene tanto a la idea bien difundida de que los padres debemos jugar con nuestros hijos sino al hecho concreto y científicamente demostrado de que los bebés tienen una necesidad real de jugar por sí mismos para lograr una adecuado desarrollo de su motricidad gruesa y fina, sus habilidades sociales y el desarrollo autónomo de sus capacidades cognitivas. Lo que nosotros podemos hacer para cubrir esta necesidad es brindarles suficiente vínculo y a la vez un espacio seguro donde su iniciativa natural por conocerse y conocer el mundo pueda desplegarse sin sobresaltos ni ser interrumpidos. Este espacio diario de juego libre enriquece tanto su desarrollo motriz como psíquico. Además, la posibilidad de jugar en libertad permite que ambos hemisferios del cerebro se desarrollen de manera armoniosa, empoderando el hemisferio derecho cuyas funciones son menos valoradas habitualmente en nuestra cultura. Sin embargo, estas funciones son esenciales para poder experimentar plenitud total, felicidad incondicional y autorrealización espiritual. Nunca mejor explicado que en esta charla de la neurocientífica Jill Bolte Taylor. Si no miraste las otras charlas TED del artículo, no dejes de mirar esta. Te va a cambiar la forma en que ves la vida.

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