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La mayor revolución de la historia. Jung, la sombra y la liberación de la humanidad


Dice mi maestro espiritual: si un perro entra a un salón con un espejo, cree que hay otro perro y comienza a ladrarle. Como el reflejo le devuleve su propia imagen, cree que el otro perro también está ladrándole. Y por tanto el perro ladra aún más y más. Hasta que finalmente decide “atacar” al perro enemigo, rompiendo el espejo. Ahora hay muchos fragmentos, y en cada uno de ellos hay un perro ladrándole, amenazándolo. Pero si un humano ingresa al mismo cuarto y ve un espejo sonríe, porque sabe que es un reflejo de sí mismo y le agrada verse (especialmente si es una mujer). Y el espejo le devuelve la sonrisa.

Creo que esta metáfora guarda el secreto de la transformación íntegra y total de la humanidad. Sin exagerar. Solo tenemos que cambiar la palabra “espejo” por la palabra “niño”. Y recordar que no somos seres instintivos, condicionados por nuestra falta de conciencia y capacidad de indagación profunda (representado por el “perro”). Somos seres humanos. Y desde la biología misma, estamos destinados a la plenitud de la conciencia.

“Cuando éramos pequeños, nos dimos cuenta de que para ser aceptados en nuestro entorno familiar y social teníamos que ser de una forma determinada. Algunos de los rasgos que conformaban entonces nuestra personalidad sencillamente no encajaban en lo que se esperaba de nosotros. Por eso tuvimos que ocultarlos en algunos de los rincones de nuestro inconsciente, para que no afloraran en nuestra vida y pudieran dar lugar a lo que tanto temíamos: ser rechazados. Entre los rasgos que tal vez ocultamos podría estar una cierta rebeldía o incluso una marcada creatividad.” Mario Alonso Puig

Creo que LA clave para una nueva humanidad no radica en la energía sustentable, ni en el emprendedorismo social, ni en el protagonismo cívico, ni mucho menos en los gobiernos. La clave para una nueva humanidad radica en el corazón y la capacidad de sanar el miedo a la propia sombra en los adultos que cuidan, guían, aman y educan a la primera infancia. Y no creo estar exagerando.

Pensalo un segundo.

¿Te atrevés a imaginarlo?

¿Cómo sería el mundo si en vez de llegar a adultos como seres fragmentados conserváramos la integración total con la que nacemos? ¿Cómo sería la sociedad si en vez de tener áreas enteras de nuestro ser anuladas y lanzadas a la sombra de nuestra conciencia directamente creciéramos SIN sombra?

Aquel reino en tinieblas donde se han debido arrojar aspectos enteros de nuestro ser para obtener a cambio la aceptación del entorno no existiría. Se crecería a la luz, y no a la sombra, de nuestra concinecia.

Ah… si fuera tan sencillo…

“Quien no reconoce su rasgo rebelde, encontrará insoportable a aquellas personas que muestran lo que para él es una excesiva rebeldía. Vemos “la paja” en el ojo del otro y no vemos “la viga” en el nuestro, nos recuerda un texto bíblico. Uno no puede cambiar si cree que hay partes de sí mismo que no tienen derecho a vivir Ocultar “la sombra” y mantener “la máscara” consume mucha energía y por eso, no es extraño que estemos a veces tan agotados. Si queremos tener más vida, serenar nuestro corazón y alegrar nuestra alma, en nuestra casa interior hemos de acoger a esos personajes sombríos que tan poco nos agradan. Acoger no significa quedar a merced de ellos o quedar sometidos por ellos, sino sencillamente reconocer que son también una parte nuestra. Al final “la sombra” se creó porque alguien nos puso condiciones para que nosotros pudiéramos ser amados. “La sombra” se mantiene porque también nosotros nos ponemos condiciones para querernos. Un amor sin condiciones, abrazando lo que somos en su totalidad, es lo que cura todos los males porque elimina nuestro miedo.” Mario Alonso Puig.

Los adultos hacemos enormes esfuerzos cuando deseamos sanar la sombra de la infancia y lograr así integrar todas las dimensiones de nuestro ser.

“Es importante entender que muchas neurosis, con el consiguiente sufrimiento y con el inevitable daño a las relaciones interpersonales, proceden de esta fractura en nuestra identidad. La integración de la sombra es algo que puede ayudarnos mucho a vivir de una manera más sana y equilibrada. No se puede realmente querer a otra persona si uno no se quiere a sí mismo. Querer de verdad es acoger en su totalidad lo que una persona es. Reconocer que hay partes nuestras que no nos gustan pide mucha humildad y un gran coraje, pero uno no puede cambiar si por dentro está dividido. Uno no puede cambiar si cree que hay partes de sí mismo que no tienen derecho a vivir. Lo que nos hace más daño no es en sí el defecto que vemos en nosotros o que en su momento vieron otros, sino nuestro rechazo a aceptarlo. Por otra parte, eso mismo que no queremos aceptar y reconocer en nosotros, lo proyectamos en ciertas personas a las que, por algunos rasgos de su personalidad, es fácil colocarles el “San Benito” (desacreditar a alguien con alguna imputación que se le propala). Por eso, el no reconocer la propia sombra hace que la proyectemos en otros, donde es más fácil rechazarla.” Mario Alonso Puig

Por eso me pregunto cómo sería el mundo si directamente se llegara a la adultez sin sombra.

Se daría un giro más contundente que el del neolítico, sería una revolución más potente que la industrial, sería un cambio más universal y veloz que la revolución digital. En 15 años tendríamos una nueva humanidad porque contaríamos con millones de adolescentes íntegros y luminosos que serían lisa y llanamente ellos mismos.

Y en vez de temer a esta fuerza más poderosa que la energía nuclear, confiaríamos en ella. Y contaríamos así con adultos que a través del trabajo de sanación e integración personal se sumarían a su fuerza. Esto no puede ser más que una imparable revolución del corazón.

“Nuestro miedo más profundo no es no ser capaces. Nuestro miedo más profundo es que somos enormemente poderosos. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Nos preguntamos, quién soy yo para ser brillante, atractivo, talentoso, fabuloso? De hecho, que NO eres para no serlo? Eres un niño de Dios. El disminuirse no le sirve al mundo. No hay nada de sabiduría en encogerse para que otros no se sientan inseguros cerca de uno. Estamos predestinados a brillar, como los niños lo hacen. Nacimos para manifestar la gloria de Dios que está dentro nuestro. No está solo en algunos de nosotros, está en cada uno. Y cuando dejamos que nuestra luz brille, inconscientemente permitimos que otros hagan lo mismo. Al liberarnos de nuestros propios miedos, nuestra presencia automáticamente libera a otros.”

Marianne Williamson

Hay algo de lo que no tengo dudas: Los bebés nacen listos para esta nueva humanidad. Todas y cada una de las veces, están listos. Ahora bien: ¿Lo estamos nosotros?

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