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El hombre de la bolsa y la tercerización de los límites


Al final de la clase de la Fuerza de la Gravedad sobre los límites surgió una consulta que me motivó para escribir este breve artículo.

Lorraine Angela Burrows vive en Tailandia hace más de 30 años. Un día escuchó cómo una madre Tai le decía a su niño cansado de esperar al llamado del médico en una sala de espera: si no te portás bien esa extranjera te va a comer. Lo que la madre no se esperaba es que ella le respondiera en perfecto Tai: ¡De ninguna manera señora! ¡Yo no como niños, y para su información, además soy vegetariana!

A esto que quiso hacer esta madre, sin dudas cansada y ya sin saber qué otra estrategia usar, yo le llamo "la tercerización de los límites".

Nosotros bien conocemos las de nuestra cultura: el hombre de la bosla es el que me daba miedo a mi, aunque mis padres nunca lo invocaron, rondaba en las conversaciones de los recreos. Por supuesto, también el cuco y muchas veces se usaba la amenaza de llamar a la policía para que se llevara al pequeño insurrecto.

Luego esta tendencia se modernizó y las familias comenzaron a usar otras estrategias, como dar argumentos racionales y explicaciones y justificativos y pedidos de disculpas y.... Todos estos son manotazos de ahogado de las madres y padres para evadir ser los responsables directos ante sus hijos del límite que necesitan marcarle. Como cuando dicen que no van a comprar algo porque "no tienen plata" cuando en realidad el niño sabe perfectamente que sí tiene, pero la quiere usar para otra cosa. Y así, mutaron las respuestas, pero la estrategia de la tercerización quedó intacta.

Entonces los niños, entrenados por sus padres en la lógica argumentativa contraatacan con otras respuestas coherentes ("vayamos al cajero") y todo se va volviendo un pantano del que difícilmente haya una buena salida. Lo más probable es que con hartazgo, el padre termine enojándose y sin ninguna pacienca diga drásticamente que NO o amenace con castigos o abandonos. El típico "me cansaste, te voy a dejar acá", expresión que es completamente mentira, porque de ningún modo el padre piensa dejar al chico en la tienda donde se encuentran. Y asi el espiral de confusión y agotamiento mutuo entre padres e hijos continua.

Digo yo, ¿no es más fácil y más conveniente no solo para el adulto sino también para el niño decir que no a lo que hay que decir que no y hacerse cargo, así sin tanta vuelta? ¿Y si el chico se enjoa? Lo ayudamos a lidiar con esa frustración, cosa que hubiéramos querido sin dudas evitar, pero que a la corta o a la larga se iba a presentar igual. Mejor que nos agarre con la batería de la paciencia llena. Cortar por lo sano evita el maltrato, la pérdida de la paciencia, la manipulación emocional y muchas otras cosas más.

¿Ves posible cortar por lo sano con la tercerización de los límites y poder ejercerlos con serena autoridad en primera persona?

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