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La educación sexual en un mundo mediatizado


Las estadísticas indican que un 90% de los niños entre los 8 y los 16 años han visto material pornográfico en internet, de ellos un 70% lo ha hecho de manera accidental y un 30% intencionalmente. La edad promedio de exposición a material de contenido adulto por internet es de 11 años.

El contenido explícito de sexualidad adulta de numerosos programas de televisión y radiales (incluyendo los avances de programas nocturnos en el horario de protección al menor), la proliferación de prensa gráfica de contenido sexual y el recurrente uso del sexo como medio publicitario completan un entorno donde la sexualidad es públicamente convertida en un producto de mercado.

Técnicamente, los expertos en el tema consideran una forma de abuso el adelantar a los niños en sus etapas de desarrollo sexual, hecho que lamentablemente se da hoy en día de manera masiva a través de todos estos medios mencionados.

Los niños no están madurativamente listos ni cuentan con los recursos internos para elaborar el contenido explícito al que están siendo expuestos. Por ello se refiere a esta situación como un abuso.

La pediatra forense Sharon Cooper de la universidad de Carolina del Norte indica que:

“La pornografía normaliza el daño sexual y proporciona a los niños ejemplos visuales de falta de compromiso emocional en las relaciones”.

Lejos de horrorizarnos, reacción que tendería a dejarnos “paralizados” y por lo tanto con baja capacidad de respuesta, debemos conocer la problemática y tomar las medidas que como familia nos resulten necesarias para proteger a nuestros hijos. Es la familia la que debe convertirse en el principal “filtro” de seguridad para la protección del sano desarrollo sexual de sus niños.

Como mencionaba anteriormente, la sexualidad es un aspecto más de la vida y está presente desde el nacimiento en diversas manifestaciones de placer, intercambio y afecto. Por lo tanto es una tarea más que debemos tener en cuenta para una educación integral de nuestros hijos. El problema no es que los niños crezcan como seres sexuados sino que consiste en que este crecimiento está siendo arrasado por los estímulos menos adecuados.

Hasta hace unas dos o tres décadas, en términos generales, ni la familia ni la escuela asumían la educación sexual con una intencionalidad directa. Hoy en día, cuando la iniciación a la sexualidad de muchos niños es a través del contenido altamente desvirtuado de los medios, tanto padres como docentes debemos encarar el problema y enfrentar sus desafíos.

El hecho de que nuestros niños crezcan en un entorno que resulta muchas veces hostil para un desarrollo natural y saludable de su sexualidad, no implica que no podamos cuidarlos. ¿Qué nos queda por hacer a nosotros?

– Remover el tabú de la sexualidad. Caso contrario, los chicos dirán “Está bien, en casa de eso no se habla… tendré que buscar otro lugar donde hacerlo”. Se cree a veces que por hablar de sexo los niños y niñas se iniciarán antes en la práctica de las relaciones sexuales. Sin embargo los estudios indican todo lo contrario: los niños y niñas que han hallado en sus hogares y escuelas un espacio auténtico para hablar sobre sexualidad comprenden mejor sus implicancias y consecuencias y tienen más recursos para retrasar el inicio de las relaciones sexuales.

– Abrir el diálogo. Debemos sentar un vínculo de gran confianza en torno a sus preguntas sobre la sexualidad, logrando que la verdad, la calma y el respeto sean los rectores de nuestras respuestas. Si evadimos el tema respondiendo de forma desvirtuada ellos quedarán con un interrogante vital sin respuesta y tarde o temprano buscarán otra forma de saciar su curiosidad por otros medios.

– Dedicar tiempo. Pasar momentos de calidad con nuestros hijos, compartir experiencias de disfrute en familia y valorar la importancia de cada miembro hará que nuestros hijos se sientan amados, contenidos y respetados. De este modo, tendrán más y mejores recursos para defenderse y responder adecuadamente a la presión social de sus pares así como ante situaciones fuera de casa en las que se puedan sentir expuestos.

– Dar opciones. Al igual que cuando eran chiquitos les decíamos “los enchufes no se tocan pero la pared sí podés tocarla”, ahora es el momento para marcar pautas claras acerca de lo que no se puede hacer… mostrando lo que sí es factible. Por lo general los niños que tienen oportunidad de destacarse o ser protagonistas de actividades deportivas, artísticas o solidarias encuentran un lugar seguro donde canalizar su desbordante energía y sus deseos.

– Filtrar y supervisar sus interacciones en medios virtuales. Así como no los dejamos cruzar solos la calle durante años y años porque sería una falta total de cuidado para su integridad física, del mismo modo no podemos dejarlos que crucen al mundo de internet sin estar a su lado. Hoy en día tanto los videojuegos, como los celulares como las computadoras hogareñas son puertas a través de las cuales nuestros niños pueden acceder a la web. Esperemos lo más posible para que lo hagan solos, conversemos constantemente acerca de las normas de higiene y cuidado que deben respetar estando en línea e instalemos filtros de seguridad en todos los medios online a los que accedan. La idea no es sembrar la desconfianza para con nuestros hijos, sino comprender que no están madurativamente preparados para poder regirese por sí mismos. Así como el consumo de alcohol está prohibido para menores de 18 años por un motivo de cuidado y no de censura, del mismo modo la navegación por la red debe estar restringida. No estamos diciendo que no naveguen, sino que naveguen seguros.

– Cuidar las compañías. Este es un punto delicado pero importante. Es histórico que padres e hijos discuten por el tema de las amistades de estos últimos. Muchas veces los chicos buscan la amistad de otros niños con los que sienten afinidad (por ejemplo, a ambos les gustan las películas de aventuras) pero les faltan recursos para elegir sus compañías evaluando aspectos de su personalidad que pueden resultar importantes. Es bien sabido que los niños ceden con facilidad a la presión social y su deseo por sentirse aceptados en el grupo. Si nos consta que las compañías que frecuenta lo están dañando deberemos encarar el tema con determinación, sabiendo que habrá resistencias, pero que en definitiva seguimos siendo nosotros los responsables por su bienestar.

– Ser buenos modelos. Aunque hablemos largas horas con nuestros hijos sobre el cariño, el afecto y el cuidado inherentes a la sexualidad, si luego nosotros nos comportamos de otro modo, lo que quedará en ellos es el registro de lo que hacemos. Aquí, como en cualquier otro aspecto de la crianza, la coherencia será siempre el mejor aliado. Como dice la frase popular: “lo que hacés me habla tan fuerte que no puedo escuchar lo que me decís”.

Puede que nuestros hijos aún sean bebés o niños pequeños y este tema nos resulte ajeno. Sin embargo se trata de un problema del que debemos tener conciencia desde un principio para sentirnos preparados y poder tomar todos los recaudos necesarios y acompañar así a niñas y niños en un desarrollo de sano de su sexualidad.

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